Y nos fuimos disolviendo en
el silencio,
en el pulso apagado de un corazón
melancólico
que corría detrás de oasis
ilusorios;
espejismos, sinsentidos,
los sueños imposibles de dos
almas incoherentes.
Cuando despertamos no éramos
lo que creímos conocer;
se nos fue el tiempo en pensarnos
como no éramos
en lugar de aceptarnos y
vernos desnudos por primera vez;
se nos fue el tiempo en
idealizarnos,
en poner etiquetas donde se
precisaban preguntas,
en armar supuestos donde era
necesaria la certeza.
Inexorablemente fuimos
amando a dos extraños,
la otra tú, el otro yo,
los clones intangibles de
nosotros mismos;
ideales personificados,
caracteres definidos de
nuestra ficción literaria;
los nobles héroes de una comedia
o los tristes arlequines de una
tragedia.
Nos perdimos sin habernos
jamás encontrado,
y solo empezamos a
conocernos
cuando dejamos de
reconocernos:
es en la ausencia de un
concepto
que es posible acercarnos a
la esencia del objeto.
Tal vez ya sea tarde para
nosotros
que conjugamos verbos con el
silencio;
quizá sea tarde para
nosotros,
que corremos detrás de
sueños absurdos;
es posible que ya sea demasiado
tarde,
para ti, para mí;
que luego de tanto tiempo juntos
es recién ahora que
empezamos a conocernos…
Probablemente sea tarde, es
verdad, para el amor;
o quizá este sea el inicio
de un nuevo concepto.
Reinventémonos, empecemos de
cero;
empecemos mientras haya vida
para ello.
Abr. 26-2016