Podríamos mirarnos a los ojos y conocernos,
o concedernos al menos el silencio de una
mirada.
Podríamos dejar de inventarnos, y ser aquellos
que nos negamos,
aquellos a quienes disfrazamos con
adjetivos y sustantivos;
podríamos mirarnos en silencio
y leer en nuestros ojos los universos que
ocultamos.
En la ausencia de nuestras palabras no
habría engaño,
malentendido, verdad a medias;
seríamos eso mismo que vemos en el espejo
y que transformamos al instante en que
dejamos de vernos reflejados.
Solo entonces empezaremos a conocernos,
cuando las palabras sobren; y no se
requieran para expresar verdades.
May. 12-2016